lunes, 20 de diciembre de 2010

"MORIR POR LA CAUSA"

HECHOS 7

“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él” Hechos 7: 55-57.
“Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” Hechos 6:7. Cumpliendo con la instrucción de Jesús, sus discípulos habían saturado la ciudad de Jerusalén con el mensaje de Jesús, que los principales sacerdotes les reclamaron “Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina” Hechos 5:28. El gran crecimiento del cristianismo preocupó a los líderes religiosos, sobre todo que muchos de los sacerdotes se convertían a la fe.
Una acción reactiva ante el progreso de la nueva congregación fue el debate, judíos provenientes de diferentes sinagogas del mundo (la de los libertos, de Cirene, de Alejandría y Cilicia y de Asia) defendían la posición del judaísmo tradicional, Esteban por su lado, demostraba con las escrituras que Jesús era el Mesías. “Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. Hechos 6:10. Así que lo apresaron para juzgarlo ante el concilio acusándolo falsamente de blasfemia contra el templo y contra la ley de Moisés.
Esteban ante el concilio empieza recordando el pacto hecho entre Jehová y sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. En su defensa ante la acusación de blasfemias contra la ley y Moisés, manifiesta su gran respeto diciendo “Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos”, reconoce que la ley eran palabras de vida y que fue dada por disposición de ángeles.
Ante la acusación de blasfemar contra el templo, narra con sumo respeto la historia del mismo desde los tiempos en que era una tienda, hasta la edificación de templo por Salomón, pero los confronta ante el culto al templo, pues les dice que “el Altísimo no habita en templos hechos de manos” (V48).
Hasta aquí no hubo problemas, pero hubo tres verdades dichas por Esteban que los sacerdotes líderes no pudieron soportar:
• La nación de Israel, en especial sus líderes, había repetido por generaciones el pecado idolatría y matar a los profetas que les predicaban el arrepentimiento y la venida del mesías.
• Moisés profetizó que Jeshúa era el Mesías prometido cuando dijo: “Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis” (V37).
• Así como sus antepasados persiguieron a los que anunciaron la venida de Jesús, los líderes actuales habían entregado y matado al Mesías enviado por Dios.
La reacción ante estas verdades incómodas fue la explosión en ira colectiva, “ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él”, lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon, no quisieron escuchar lo que seguía y que ya habían escuchado dos veces antes por boca de Pedro, el llamamiento al arrepentimiento y a aceptar a Jesús como su salvador.
Para reflexionar:
• ¿Vale la pena morir por una causa? ¿Existe alguna causa noble por la que estés dispuesto a dar tu vida? Si no hemos descubierto una causa por la que estemos dispuestos a morir, tampoco tenemos la causa por la que estemos dispuestos a vivir con toda intensidad.
• Esteban no se ganó la gloria con el martirio, Jesús ya le había dado salvación y perdón de pecados, así que no temía morir por su maestro. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (V55)
• Dios es todopoderoso y pudo haber evitado que Esteban fuera ejecutado, pero también es soberano, Esteban aceptó la voluntad de Dios sabiendo que el Señor tiene un propósito trascendente aun en la muerte de sus hijos.


ATENTAMENTE
"TRANSFORMADOS PARA SERVIR"

JOSÍAS I. GONZALEZ.

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